Cada noche, durante años, los ojos esmeralda de una bella joven contemplaban, desde el alféizar de su ventana, el estrellado cielo que ante ella se alzaba. Envuelta en el profundo silencio de la noche, inescrutable excepto por los grillos que a su son cantaban, y bajo la atenta mirada de la luna, la joven de ojos verdes y piel pálida se perdía en la inmensidad del firmamento.
Una noche, para su asombro, pasó ante ella una estrella fugaz. La joven, que hasta el momento nunca antes había visto una, pidió un deseo.
Una mañana de otoño en la que los propios árboles acusaban el frío, noticias horribles llegaron a sus oídos: su padre, enfermo de