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El Epilogo de Atlantida

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El epílogo de la Atlántida

"Saldor, Phalmerus, todos los Dioses, si me ayudan en esto juro que dejaré el ateísmo" Pensó Phrek mientras escribía el código en la consola; en pocas horas ya nadie sabría que se llamaba Phrek o que desde los 12 años que mantenía el mismo peinado  (mitad de la cabeza rapada, la otra mitad pelo lacio). Tampoco recordarían que el sujeto alto disparando con dos escopetas en el borde de la terraza, a unos metros de él, se llamaba Jotriz y que tuvo sus cinco minutos de fama cuando le injertaron una mano de orangután en reemplazo de la que perdió ¡Y su cuerpo no rechazó dicho apéndice! También se olvidaría que la chica con gabardina pero sin camisa que disparaba una ametralladora unos pasos a la izquierda de Jotriz se llamaba Griluáp y que toda su vida había tenido el peso de la fama de sus padres (un célebre chef de la televisión y una heroína de guerra). Pequeñas porciones de conocimiento que se perderían junto con todos los logros de los Atlantes… Pero si los Dioses les daban una mano…
  Bajo ellos, rodeando la torre en cuya terraza estaban, se aglomeraba una muchedumbre de miles de personas que agitaban sus armas reclamando sangre. Una semana atrás eran gente inofensiva, con intereses normales como los programas de concursos que a su vez competían por ver quién mostraba más contenido violento y sexual antes de que lo censurasen, sus propios empleos, que sin importar cuales fueran o cuanto pagaran siempre había otro que exigía menos esfuerzo y tenía mejor remuneración, o el universal "¿Qué cenaré esta noche?"… Dos semanas y un cataclismo después allí estaban, destruyendo los pocos remanentes de la civilización cuyas virtudes antes no habrían dudado en cuestionar… ¿O sí? …
  __ ¡Nos estamos moviendo!__ gritó Jortiz, aplicando esa extraña habilidad humana para resaltar lo obvio __ ¡El puto edificio se está derrumbando!
  __ No se está derrumbando __ replicó Phrek __  He activado su Sistema de Contingencia Extrema, toda la torre se sellará herméticamente y descenderá hasta quedar bajo tierra… __ los otros dos se voltearon a mirarlo con una mezcla de confusión y rabia; así que continuó explicando: __ Este es el museo más grande y completo del planeta, contiene toda la historia y la ciencia de nuestra civilización… Era la única forma de salvar el legado de la humanidad…
  __ ¡Claro, el recuerdo de la humanidad se salva y que  los humanos se vayan a la mierda!__ vociferó Jortiz.
  __ Hizo bien, nosotros estamos condenados de todas formas, __ difirió Griluáp __ No tenemos comida, estamos rodeados de energúmenos, y, no se a tú, pero mi munición se ha terminado…
  Jortiz dio media vuelta y continuó disparando cinco segundos más, luego arrojó las armas al suelo y dijo: __ Sí, las mías también se acabaron… ¡Pero no mis ganas de no morir! …
  __ ¡Las mías tampoco!__ anunciaron los otros dos al unísono.
  Jortiz tomó el mazo de quince kilos que llevaba atado a la espalda, lo llevaba porque sabía que las balas no son infinitas y la oportunidad de utilizarlo le llenaba de una sensación extraña y agradable, salvaje y primitiva, pero a la vez inocente y graciosa.
  Los otros dos tuvieron una sensación muy parecida. Griluáp tomó dos "navajas salamandra" (anillos planos de metal con el borde exterior afilado), armas tradicionales que en el último siglo se habían usado más para eventos de demostración deportiva que para verdaderas luchas. Phrek sostenía una gruesa cadena de setenta centímetros de largo, no era mucho, pero bastaría para despachar a uno o dos y quitarles un machete o un garrote.
  La terraza se unió al suelo y un mecanismo puso a resguardo la consola (único medio para "desenterrar" la torre), pero nadie le prestó atención, todos observaban con avidez a los tres sobrevivientes. Un sujeto cubierto de heridas a medio cicatrizar dio dos pasos hacia ellos y habló: __ De nada les sirve esconder sus preciados recuerdos, el caos al final siempre predomina, ustedes mismos ya lo sienten en su interior, el deseo de matar y matar hasta que otro te mate, la destrucción nihilista, ¡Únanse a nuestra orgía homicida-suicida! ¡Celebremos el fin de la aberración antinatural que los hombres llamaron "orden" con una bacanal de sangre!
  Era Phruzthal, por supuesto que lo era; el líder de los enloquecidos; un perdedor patético que al segundo día después del hundimiento de la Capital del Atlántico ya había comenzado con sus discursos de "desde que todo se destruyó me han golpeado, me han robado, me han disparado, me han acuchillado y casi me violan; he corrido, me he escondido, he matado, he luchado, he llorado, he ayudado y he dificultado; he sentido hambre, sed, miedo, ira, alegría, decepción, dolor, confusión, impotencia y vértigo… ¡Pero por primera vez desde los quince años me siento realmente y totalmente vivo!"… O "Muchos se quejaban de que la sociedad los trataba como animales, ¡Pues a mí me trataba como a un engranaje! No era una persona, no era una bestia, ni si quiera era una máquina ¡Sino un engranaje! ¡Una simple pieza de poco valor, prescindible y fácilmente reemplazable! La catástrofe, el dolor y la muerte que siempre ronda me devolvieron el Alma ¡Solo con la Muerte pisándote los talones es que estás viviendo verdaderamente!"… Y, por supuesto, "El caos es el orden natural de las cosas, los científicos viven desconcertados por las paradojas del universo, muchas personas no le encuentran lógica a los hechos de la vida, se preguntan porque los Dioses hicieron un mundo equivocado, ¡Pues yo les digo que somos nosotros los equivocados! ¡Nuestra lógica es la que está mal hecha! La humanidad ah aplicado su concepto de orden durante siglos pero ¿Qué hemos logrado? Cientos de especies extintas, millones de personas hundidas en la pobreza y la depresión ¡Sólo practicando el Caos podremos estar en armonía con la Naturaleza, sólo destruyendo toda forma de Orden Humano podremos ser felices!"… Y así consiguió un gran número de seguidores entre gente desesperanzada y traumada, lunáticos, psicópatas, criminales y, sobre todo, personas igual de depresivas que él, quienes se sintieron realmente "tocadas" por su elocuente discurso.
  __ ¡Tú y tu caos pueden irse a la puta que los parió!__ Respondió Phrek haciendo girar su cadena; era una declaración de guerra, lo que todos esperaban. Pudo haber refutado las opiniones de Phuzthal, pero no estaba de ánimos para debates ideológicos, un buen intercambio de golpes, en cambio, se le antojaba fantástico. La horda que rodeaba a los tres se cerró sobre ellos en un torbellino de adrenalina…
   ¿Tiene  razón Phuzthal? ¿Cuánto durarán los tres contra cientos? Sí nadie "desentierra" el museo en el futuro ¿No daría igual que los energúmenos lo destruyeran? Al día siguiente esas preguntas ya no importaban, se perdieron entre las miles de preguntas con y sin respuestas que se hicieron los Atlantes… Las palabras son aire y al aire se lo lleva el viento.  
  
Una historia sin pies ni cabeza sobre los ¿momentos finales? de un grupito de Atlantes luego de que su civilización desapareciera por un cataclismo (dando por hecho que la Atlántida fue una civilización global con tecnologías muy superiores a las nuestras)... Esto podría servir como prólogo de una novela que probablemente nunca llegue a escribir, pero independientemente funciona
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