Ya no podía sentir mis piernas, parecían quebrarse a cada paso que daba. Las gruesas gotas de lluvia golpeaban incesantemente mis mejillas, estaba oscureciendo.
- ¡Vuelve preciosa! – vociferaba la voz del capitán del equipo de baloncesto - ¡¿No te gustaría venir conmigo?!
- ¡Bonitas piernas, linda! – secundó uno de los jugadores que corrían detrás de él.
En ese instante maldije mi uniforme de animadora. No debí quedarme a guardar los bastones que utilizaríamos para el desfile de mañana, en la preparatoria.
- ¡No te vayas linda! ¡Solo queremos j