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-La Naturaleza es partes sin un todo. (Alberto Caeiro) Sentídica: ciencia que estudia el sentido. Desde un punto de vista funcional, la Sentídica involucra la observación del lenguaje desde la comprensión física que implica su sistémica interna y externa. Estudia, por tanto, cómo emerge el sentido mediante el análisis detallado de su efectuación empírica. Y goza de un lugar especial entre las ciencias, pues su objeto de estudio puede ser ella misma. Porque, si se trata de una ciencia que estudia cómo emerge el sentido, también es partícipe ella misma en esa emersión de sentido. Por tanto, los textos en los que explica conceptos son susceptibles de ser analizados por esos mismos conceptos. Eso la hace ser tautológica y autorreferencial, pero permite por otro lado que te des cuenta de que estás leyendo esto. Y así, en una invocación al lector, plantea la introducción de sentidos en su mente en base a estas mismas palabras. Por ejemplo, puede decirse 'aguacate' y te imaginarás un

Pensábamos como literatos, y agradecíamos nuestra condición de creadores de lenguaje; sabíamos, aunque no muy bien por qué, que el esfuerzo paradójico de hacer explícita la contradicción de términos malignos y benévolos, lograba de algún modo su sublimación, y que lentamente se procedería a la apreciación de un grado más auténtico de belleza. Extraño destino el nuestro, pero con ello podíamos liberar la mente, y sin mayor preocupación por las consecuencias fractales de una palabra aquí o allá, en nuestro afán de lograr que se sintiera la sinestesia del Ser, nos concedíamos amistosamente la entrega a una honestidad que te alegrará conocer. Yo también me he equivocado. No soy perfecto. Por eso, ¡humano! Escucha mi secreto. Porque estamos aquí vivos, en mitad del Universo, y cuanto hacemos o decimos, en él se queda impreso. Y habrá al final un Juicio, con Dios como el Juez Supremo, donde nuestro absurdo camino, por siempre quedará expuesto, y así rogaremos tendidos, sabiendo lo

¡Yo, pedófilo! ¿Qué puedo decirte, niña, más que el mundo es doloroso? Te miro y quisiera volver atrás treinta años, ser pequeño como tú, para que nadie nos prohibiera ser amigos, para que no sintiera en mis carnes esta pulsión monstruosa de depravación, no, y tuviera de nuevo la inocencia del pilla pilla y del escondite. ¡Tú te esconderás y yo te buscaré! Te buscaré en las flores y en las estrellas, las pequeñas orquídeas y las chisposas cefeidas, ese puntito que redime un cuadro de melancolía. Te buscaré, criatura, intentando adivinar si estás tras el árbol o el arbusto, y escudriñaré entre las hojas y por los resquicios del tronco si atisbo el lacito de tu melena, o tu torpe andar a trompicones, o tu energía de capricho sin fin. ¡Ay, si te encontrara! Pero sigo buscando, ¡ojalá nunca crecieras! Como Alicia, ¡quédate con el Caballero Blanco, jamás corones en reina! Que crecer es perderse entre símbolos, órdenes y falsa cortesía. Que hay más verdad en una rabieta por comer chocolate

... Hola amores! Os quería contar una cosilla, muy pequeñita, que me pasó el otro día. Iba yo, como siempre, caminando por la calle con mi falda y jersey morados que tan bien me quedan, cuando en mitad del tropel de gente en la plaza, caminando en diversas direcciones sus vidas sin sentido, observé que había a mis pies una magnífica y reluciente chusta de porro. No era una chusta cualquiera, queridos: estaba casi la mitad entera, y se atrompetaba ligeramente, dándole forma de tronco de cono voluminoso. Podía ver fragmentitos verdes a través del papel, y la boquilla, a primera ojeada, se veía construida con delicadeza de orfebre a partir de un cartoncillo. Era una chusta de primera categoría, de las tentadoras, y cuando digo esta palabra quiero que evoquéis que toda una legión de súcubos danzando bailoteaba por mi mente cada segundo que la miraba. Era esa chusta. Era mi chusta. Era una chusta destinada por la existencia para mí. Claro, amores, que no es normal en una dama dárselas al